De ordinario, cuando se habla de saberes locales o ancestrales se reconoce intuitivamente la presencia de un conjunto de conocimientos, de valores y de representaciones socio-culturales acerca de una manera de proceder y de comportarse. Si bien, estos saberes no constituyen ninguna novedad, tal como su nombre lo sugiere, ellos han adquirido una particular relevancia, por su connotación socio-cultural e identitaria y por su repercusión en numerosas prácticas de la vida cotidiana y de la actividad económico productiva, generalmente presentes en la pequeña agricultura.